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Un hombre oscuro al asedio

  • Marie
  • 1 oct 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 16 ago

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En la aparente calma de un paraje rural, vive gente sombría.


A ella solo se la conoce, conociéndola, en el devenir.


S. llegó no hace tanto del campo, donde producía soja con glifosatos; y evidencia una deplorable representación y trato a las mujeres.


Ariela tuvo la falible peripecia de llegar a saber sobre él. Alcanzó un breve espacio de tiempo, en el que sus comentarios referidos a su esposa, de la que decía estar unido no más que por sus Tierras, y otras barbaridades, para que caer en la cuenta que no era digno siquiera dirigirle la palabra.

Es sororidad, empatía de mujer a mujer. Él se refería a otras mujeres, jóvenes turistas, a las que no había respetado, reconociendo con voz socarrona, que las apretaba, cuando se veía rechazado por alguna. Ariela le espetó que se comportaba de modo elemental, casi de la época de las cavernas.


A raíz de ello, él se mostró molesto y alimentó rumores en cuanto lugar pudo, en su incapacidad de aceptar verdades incómodas. Ella “no tomó como personal” algo salido de esa boca. En la ruralidad, son muchos los hombres que no logran entender que una mujer pueda vivir y bastarse por sí misma.


Un verano, estando con sus hijos, y amistades, llegó a la tranquera una mujer alta, delgada, de unos 50 años, que se presentó como la Gringa. Dijo que S. la había tomado para administrar unas cabañas y la albergaba en su casa. Que se le metía en la cama, y lo denunciaría. Ella iba a dejar de trabajar allí, y temía que él no le pague. Pidió a Ariela, si llegaba a escuchar algo dudoso, por favor diera aviso a la policía. Lo cual hizo, dado los gritos escuchados al día siguiente.  


La Gringa añadió que el vecino espiaba a Ariela, en su obsesión con ella. Y que cada vez que la veían, en la calle, o en el lago él se ponía nervioso.

Ariela con sus hijos y amistades debatieron la situación abiertamente, como hacen con todos los temas de la vida.


Ella tuvo que poner cercos más altos.

S., obcecado, en sus maniobras de poder, compró una segunda vivienda cercando a Ariela.

Un invierno, desde esa casa apuntaba con su camioneta hacia el alambrado en común, con animosidad, y sin necesidad, en la situación de aplastar la nieve en lugares que no son de paso, lo cual quedó filmado.


Otros hombres vecinos, dicen de él, que se refiere a las mujeres como “palomas”. Que se jacta de “tener” una por aquí, otra por allá; hablando de ellas, como trofeos, y que se pone como loco.


A Ariela la asedió en redes, donde tuvo que bloquearlo o no darle amistad ante su entrometida e intermitente asechanza.


La manifestación de prepotencia patriarcal es un reflejo de la impotencia interna frente al No y la valía de la mujer.


Como mujeres es necesario no callar cada una de estas situaciones, dejando huellas de las máscaras de estos perpetradores. Estar atentas, y develar. Y llegado el caso tomar las medidas consecuentes.


Marie

 
 
 

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