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MARINA ABRAMOVIC

  • Marie
  • 11 jul 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 ago

EL JUEGO DE LO SIMBÓLICO.


Columna de opinión

 

Marina es una artista conceptual de origen serbio. Considerada la madrina de las performances.

Continúa siendo una musa innovadora e inspiradora por sus búsquedas, creaciones y lo que promueve transmitir.


El otro, la otra, lo otro

Energía de apoyo


En performance con Ulay, fotógrafo alemán, en los comienzos de su relación de pareja, representaron corporalmente ante espectadores, el sostén al unísono de un inmenso arco, en el que tensan la cuerda, con una flecha apuntando directo al corazón. Encarnaron así el tirar y aflojar de la vida amorosa en común, donde las subjetividades y entereza de cada uno o una se acoplan, alejan, o llegado el caso, vulneran la fragilidad. El equilibrio de sus pies, y posicionamientos son sustanciales en la acción. La armonía o punto exacto de adecuada tensión de la cuerda, como el amor en la vida, son solo momentos. Cuánto del poder se juega en los vínculos.

 

Los enamorados. Los amantes

 

El inicio de su vínculo estuvo proyectado, desde el arte, en la creación de un encuentro que implicaba partir de cada extremo de la muralla china hasta llegar a reunirse en su centro, aunque el permiso del gobierno de ese país demoró, 8 años. Entonces, estaban separándose e igualmente desarrollaron esta nueva performance, aunque para darse el último abrazo. Caminaron por noventa días. Y se dijeron las postremas palabras. El gigantesco paredón, esa muralla divisoria, ofició de apartamiento. La traductora de Ulay, que lo acompañó en la travesía estaba embarazada.

Él es su propia obra. Ella es otro universo artístico. Lo político, lo institucional, al decir foucaultiano, habilitan, privan, aletargan, condicionan. El deseo no siempre es libre. El arte libera.

 

La artista está presente


La performance en ese camino temporal creativo, donde Marina, en el Museo MoMA de Nueva York, espera con los ojos cerrados, a los asistentes; y luego tan solo se comunica, sin habla, desde la mirada y sus gestos, posibilita otro encuentro, no se sabe si espontáneo o premeditado. Luego de años, reaparece allí Ulay, la observa. Ella llora. Lo toma de las manos. Sonríe. El tiempo, sana, viabiliza otras perspectivas.


Marie


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