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VIVIR EN LA MONTAÑA

  • Marie
  • 8 jun 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 ago


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Ensayo


En esta experiencia, habitar una aldea de la cordillera, encontré mentoras que me guiaron. Así pasó con mis amigas y vecinas Silvia Mac Williams y Bibi Migliorisi, que iniciaron esta vivencia antes que yo. También varias vecinas y vecinos que me han ido dando consejos conforme surgiera alguna necesidad o situación que resolver.


Los ritmos cambian al vivir en un paraje rural cordillerano. Los servicios de los que se dispone también. Las distancias, el estado de rutas y caminos, la conectividad, la disponibilidad de mercaderías. Y las formidables amplitudes térmicas.


La gente cuando llega a vivir no siempre cuenta con agua de red al comienzo. Todo depende de la ubicación puntual a la que accede. A veces es necesario hacer una perforación y colocar una bomba de agua. En otras ocasionas, hay acceso a una red. ¡Un baño con agua caliente tiene un valor inmenso!

Si no se toman previsiones de construcción o incluso cotidianas, el agua puede congelarse.


Las intensas lluvias pueden hacer crecer el caudal de ríos, lagos, arroyos y napas, a veces con consecuencias comprometidas para las viviendas contiguas.

 

Esas precipitaciones y las de nieve, según su ímpetu, deterioran los caminos de ripio, con la formación constante de pozos. A lo que se suman los huellones que dejan los vehículos de doble tracción sobre el suelo horadado. Las máquinas de vialidad no terminan de rellenar o repasar, que un nuevo evento los deteriora.

Cuando pasa la máquina emparejando calles y rutas queda un enorme bardón de tierra y nieve que se hace ineludible despejar, para poder sacar los vehículos.


Luego de una nevada, puede ser necesario palear para salir de la cabaña o contratar a alguien que abra la salida desde la casa a la calle. Las máquinas solo abren calles, caminos principales y rutas, hasta cierto alcance.


Limpiar el techo de la cabaña o casa, para alivianarlo del peso de la nieve es una tarea de prevención.


No existen Toque o Pedidos ya, al menos en la aldea rural en la que vivo. Durante la pandemia, por un tiempo, hubo algún ensayo de llevar a domicilio las mercaderías.

Según la distancia al mercado, habrá que armar una lista de lo necesario a adquirir. En este paraje en particular no hay colectivo interurbano.


En un accionar sustentable, la basura se reduce; se composta lo orgánico; los papeles, cartones y cajones van a la salamandra o a la parrilla; o en el caso de los dos primeros también al compost; plásticos, vidrios y metales a su reducción, reciclado o reutilización. Hay puntos para llevar esos residuos, o un par de veces por semana pasa un pequeño camión de Gestión Integral de Residuos Urbanos domiciliarios.


El suministro de electricidad puede verse afectado, sobre todo ante temporales.

En ciertos lugares o parajes implica no contar con red de gas.

Lo que lleva a usar otras fuentes de calefacción: leña, pellets, radiadores eléctricos o convectores, calderas, losas radiantes, estufas rusas, entre otros, o Zeppelin, según los recursos a los que cada cual pueda acceder. El acopio de leña resulta prioritario hacerlo con suficiente antelación.

Esos servicios, en algunas provincias, como la Neuquén son muy onerosos, a pesar de ser un territorio que los produce.


Andar sobre el hielo, en la nieve, ante las temperaturas invernales, o con lluvias intensas implica proveerse de calzado y ropa convenientes. Ruedas de barro nieve y cadenas en los automóviles además de ciertas habilidades al conducir. O contar con un vehículo de tracción cuatro por cuatro.


Deshollinar las salamandras o estufas a leña o de pellets resulta otra actividad periódica o a lo sumo, anual.

 

En verano, ante las amplitudes térmicas, es ineludible proteger la cabeza y la piel pues el sol impacta con mayor intensidad en altura, o resguardarse a la sombra de un árbol. Acá no se usan ventiladores ni aire acondicionado.


Es volver a lo simple.

Es caminar siempre con ojos de turista, extasiando las retinas y el, alma ante cada paisaje.


Cuidar cada recurso: bosques, lagos, arroyos, ríos, cascadas, sustratos, y cada reino, vegetal, animal, fungi y mineral, al recorrerlos.

Ser cautos sobre dónde hacer fuego y su completo apagado.

Tomar conciencia de cada estación en atención al comportamiento de los animales, como el arribo de ciertas aves en la proximidad de la primavera. Sintonizar con la Naturaleza.

Es comer cada vez más saludable, al resonar con lo natural, evitando lo procesado.


El silencio puede ser un bálsamo si se disfruta de él, e inquietante para quien se acostumbró o extraña el bullicio y ritmo urbano.


En los otoños e inviernos lluviosos, con importantes nevadas, permanecer más horas cobijado es una experiencia singular, de conexión consigo mismo. Lo que no impide salir, si se disfrutan esas condiciones para realizar actividades como: senderismo, caminatas con o sin raquetas, andar en bicicleta, esquí alpino o nórdico, snowboard, kayak, otras, y hay quienes se animan a una zambullida en el lago.


El entramado social se teje y desteje en el contexto de las posibilidades laborales o habitacionales, y la dureza del clima.

A diferencia de zonas más cálidas la población se repliega al interior, al punto que muchos y muchas se preguntan: ¿Dónde está la gente?

A raíz de ello se despliegan contadas actividades sociales o culturales, porque quienes las impulsan desisten si no cuentan con un número mínimo de participantes.


Para viajar, según la rigurosidad del clima, hay que prestar atención a los periodos ventanas, es decir a las mejores condiciones para emprender el viaje, donde las rutas estén habilitadas y no sea riesgoso, consultando los estados de caminos.

En los viajes largos es necesario llevar toda una batería de objetos, durante la temporada invernal: chocolate, agua caliente, frazadas, velas, suficiente combustible, y el celular con carga suficiente. Hay largas extensiones de rutas y caminos aún sin cobertura de internet ni telefonía. Sólo sitios puntuales y contados en los cuales acceder a señal, los cuales tienen un cartel.


Una nota de matices: El pueblo donde vivo, Moquehue, representa un apéndice de otra localidad con más habitantes de la cual depende, que lleva otro nombre, con su historia y su origen distintos. El acceso a bienes y servicios varía muchísimo entre uno y otro. Cuenta con una delegación municipal que hace de intermedio respecto al gobierno de la ciudad.


Como corolario de todo lo expresado, esta aldea es un lugar para ser y estar con tranquilidad, con otro estilo de vida, en inmersión con el paisaje.


Marie

 

 
 
 

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