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EPIFANÍAS

  • Marie
  • 24 sept 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 ago

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Relato telúrico


En un tiempo, en el cual los estados nacionales no se habían formado por estos lares, poblaciones humanas recorrían el planeta. Por un estrecho, en el extremo norte, cruzaron de continente.

Caminaron y exploraron, a lo largo y ancho del territorio, en búsqueda de mejores condiciones de vida. Así, como el pulso del aire que, en movimiento genera el viento, esa lógica sacudió a la humanidad desde sus orígenes.


La conexión con los elementos de la naturaleza, la tierra, el aire, el agua y el fuego, ha sido y continúa siendo tal que la intuición de mujeres, hombres, niñas y niños, de cada ser, guiaba y orienta aún hoy, su buen vivir.


La oralidad, condensadora de relatos, cánticos, juegos e invocaciones, en fusión de lo terrenal con lo espiritual, desplegaba lo álmico de cada elemento vivo o inanimado. Fue y es la línea de mantenimiento de sus historias y creencias.


En su concepción del universo todo tiene alma; y somos partes de una misma alma.


En estas tierras cordilleranas, a un lado y al otro de esa columna de montañas, en medio de bosques de origen prehistórico y estepa patagónica, entre ríos, lagos, y volcanes, desplegaban y sostienen su saber las comunidades mapuches, llamadas a sí mismas “gente de la tierra”.


Su cosmogonía de apreciación y veneración del mundo natural es una traza que aún nos nutre como legado, máxime en estos tiempos donde ciertos progresos arrasan el mundo, y el cuidado de la madre tierra nos compromete.

Su cultura originaria se sustenta en la cooperación de todos sus miembros y en la reciprocidad.

Cuando observan a cada ser, desde el alma, notan enseguida su "Newen".


Fluyen en una atenta observación del entorno, con sus ciclos y ritmos.


La comunidad, Lof, sigue siendo su modo de organización.

Las Rucas, moradas que habitan, procuran mirar al Este, por donde sale "Antu", el Sol, y también fluye la energía de sus ancestros.


Sus vestimentas, productos de hilados en telar, y sus galas en plata, labor artística, poseen un valor simbólico espiritual para las ceremonias y festividades.


En asambleas debatían, y aún lo sostienen, su convivencia.

En el territorio denominado en su organización histórico institucional Provincia de Neuquén, y particularmente en cierto tramo de la ruta del Pehuén, existe la Corporación Interestadual Pulmarí, formada por los Estados Nacional y Provincial con representación Mapuche, y del ejército argentino, en donde confluyen pobladores de las comunidades, criollos y nuevos migrantes, enfocados en una convivencia armónica, el desarrollo productivo y turístico sustentable, y la preservación del medio ambiente y la soberanía.


Bibi, un alma muy sensible, llegó a este paraje luego de recorrer toda la cordillera patagónica en su amplia extensión. Buscaba paz, luego de padecer un angustioso asalto en su anterior ciudad de residencia. La encontró aquí, donde se radicó y fue emprendedora hasta el fin de sus días, desplegando su bella interioridad.


Me contó, en una charla de amigas, que recorriendo el lago Quillén y el paradisíaco valle que lo rodea, tuvo una visión. Un ánima moradora de estas tierras de pehuenes, en este universo sagrado, con su energía femenina se le hizo presente y le susurró el sonido del viento “Hui Hui “, “Hui Hui” … repetidamente. Eso la inspiró a elegirlo como nombre de su refugio y emprendimiento gastronómico enmarcado por las vistas a montañas, el aire puro y las vertientes de esta serena aldea.


Estas tramas del relato, que no gozan de la evidencia que sí tenían sus tejidos en telar emulando a las habilidosas tejedoras mapuches, quedaban entre nosotras, cultivadoras de una espiritualidad que fluía en encuentros de yoga, con maestras o en videos, en meditaciones y conversaciones entre mujeres, en este lugar.


A ello se sumó la coincidencia de que otra amiga le acercara una grabación casera de Aimé Paine, cantautora mapuche, de padre tehuelche y defensora de los derechos de su pueblo, donde también aparecía ese sonido de la brisa. Tiempo más tarde ella llegó a visitar un pequeño lago con ese nombre, cercano al Quillén. Múltiples coincidencias.


Poco antes de partir más allá del "Huepil", vivió otra epifanía. Yendo de viaje, a una zona cercana de la que vivenció aquella inaugural visión, bajó de la camioneta, y vio en su aspecto etéreo a una mujer mapuche de contextura pequeña. Ante ella, tropezó al caminar con una gran piedra. Cayó lánguida. La auxiliaron. Tenía su tobillo esguinzado.  El viaje se truncó.

Retomó la labor amorosa en su Casa de infusiones.

La visité para ver si necesitaba ayuda. Noté que su compañero no la asistía, mientras ella rengueaba de mesa en mesa. Atendía a los turistas llevando las bandejas cargadas de cosas ricas. Algo se desvanecía.


Cada aparición parecía expresar un inicio, en un caso, o una agonía anunciada, en otro.


Como aquel sueño que tuve, el año pasado, en el cual iba a visitar a mi amiga Sil. En lugar de ella, quien abría, extrañamente, la puerta de su casa era Bibi, incorpórea, y me señalaba con su mirada en un destello algo que se develaría, luego, al mes. No lo comprendí enseguida. Se trataba de la sorpresiva partida de Silvia.


Ocurrían intermediaciones del habla y de mundos que coexisten, en su doble naturaleza física y espiritual.


Cada presencia migrante va dejando rastros que nos interpelan, en esta tierra sorprendente y fecunda de encuentros.


Marie   


Glosario


Newen: en mapudungun significa fuerza y energía. Una energía que no solo es física, sino también espiritual y vital.

Huepil: como topónimo, viene del mapudungun, significa Lugar del arco iris.


 

 

                                                                     

 

 
 
 

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