DEVELAMIENTO
- Marie
- 7 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 dic 2024

Alboreaba el final del verano, en labor de mis modos de ser y estar en el mundo.
La decisión, dolorosa, ya estaba tomada.
Había ganado, en un sorteo de Radio Municipal, una compostera para mi cabaña emplazada en la boscosa ruralidad cordillerana. Y me entrevistaron telefónicamente, para que contara sobre el purificador proceso de compostaje.
En sincronía, una camioneta estacionó ante la tranquera.
Salí, celular en mano, mientras respondía.
Sin aviso y con la seriedad habitual, estaba él. Le hice señas de que no podía hablar.
Volvió la tarde siguiente. Habían pasado casi dos meses de la última vez que habláramos.
Las crisis personales posibilitan que viejas formas mueran para dar lugar a nuevas. Los vestigios de mi otrora modo de proceder se disolvían, como la mansa cadencia de promover que todo funcione, o algunos inexistentes límites oportunos, condición inherente a un buen estar en amor.
Consciente de la deconstrucción del idealizado apego romántico, aun así, prevalecieron en mí matrices que operaban a otro nivel.
En la dinámica de pareja a distancia, estaba siendo de un modo en el que genuinamente no era yo. Solo así podía encajar en esa cápsula, en desmedro de mi placer, autovalidación, convicciones y proyectos. Un malestar me embargaba. Algo debía dilucidar.
Coincidía con la pausa de mis ciclos y el jubileo. Conectarme con mis auténticas necesidades y el pulso de la vida, lo simple y natural, en sororidad plena con el multiverso femenino, en mirada a todas las que nos precedieron: tantas que exploraron otros modos de vivir, de relacionarse, erigiéndose de las trampas de lo cotidiano, y de algunas encerronas trágicas.
Salía de esa relación de pareja. Él reclamaba respuestas, diciendo que, aunque su reclamo pareciera adolescente, no había leído a tiempo ciertas señales.
La construcción de una manera de ser mujer y de vincularnos en atención a un canon opera aun sigilosamente, casi asido al ADN.
Participé de una cumbre del buen amor en los tiempos del like, decodifiqué, me detuve de tantas itinerancias, y la alquimia ocurrió.
Primó elegir conscientemente y sin velos. Descubrir las voces, hacerlas oír.
Y así nació cada escritura.
Marie
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